El otro día, mientras preparaba un café, me descubrí buscando algo dulce en la alacena. No tenía hambre. No era un antojo. Era más bien una sensación vaga de querer algo, pero no sabía muy bien qué. Y eso me hizo pensar en cómo, sin darnos cuenta, los deseos se cuelan en lo cotidiano. A veces se disfrazan de impulso, de incomodidad, de ganas de algo distinto. Pero siempre están ahí, inquietos, empujándonos hacia algún lugar, aunque no sepamos del todo cuál.
El deseo nos mueve. A veces con suavidad, otras con tal fuerza que puede cambiarnos por completo el rumbo. Y aunque no siempre querer es poder —eso ya lo sabemos—, es ese querer lo que nos saca de donde estamos. Nos empuja a elegir, a intentar, a cambiar. Detrás de cada paso importante, cada decisión valiente, cada comienzo incierto, suele haber un deseo que late.
Escribir también nace de ahí. Del deseo de entender, de recordar, de imaginar. Es un encuentro con nosotras mismas que no siempre es fácil ni cómodo, pero que nos impulsa. Aunque cueste. Aunque frustre. Aunque no sepamos exactamente a dónde vamos. El deseo, al menos, nos pone en marcha.
Y cuando ese deseo se transforma en palabras, no solo contamos nuestra propia historia: también damos forma a otras. Construimos personajes, imaginamos vidas, creamos mundos enteros nacidos de una necesidad interior. Porque en la narrativa, el deseo también es el motor. Toda historia empieza cuando nuestro personaje quiere algo. Y es ese deseo lo que empuja la acción, crea tensión y genera conflicto. Lo que sostiene una historia no es lo que ocurre, sino lo que el personaje anhela. Lo que está dispuesto a hacer (o a perder) para conseguirlo.
Las mejores historias no nacen de grandes eventos, sino de personajes que se atreven a desear. Que buscan, que dudan, que se mueven. Y en ese trayecto, algo cambia. En ellos y también en quienes los leemos —y los escribimos.
Este mes, te invito a escribir desde ahí: desde el deseo. Desde eso que mueve, incomoda o empuja. Desde tus propios anhelos o los de tus personajes. Porque, basta con nombrar un deseo para que una nueva historia nazca.
✏️ Ahora te toca a ti
Te propongo hacer una lista de deseos. No importa si son grandes o pequeños, posibles o imposibles. Lo importante es reconocerlos y darles forma. Aquí algunas categorías para ayudarte a empezar:
Un deseo no cumplido - Un deseo oculto - Un deseo que da miedo - Un deseo que te transformó…
Cuando tengas tu lista, elige uno y úsalo como punto de partida. Escribe una historia comenzando desde el momento en que ese deseo se despierta. Haz que sea el motor de todo lo que viene después: las decisiones, los conflictos, los giros inesperados. Deja que el deseo guíe al personaje —o a ti misma— a lo largo de la historia.
Recuerda: no se trata de hacerlo perfecto. Solo de dejar que el deseo hable y escuchar lo que tiene para contar.
Con cariño,
Adry Olmos